Hay ocasiones en la vida en las que uno quiere reflexionar... Es como si los mismos sentimientos que se estorban por salir desde lo más secreto del corazón anhelaran escapar… El problema de estas explosiones es el desorden lógico que conllevan.
Posiblemente muchos al leer estas líneas queden perplejos por el tema abordado, y hasta consideren una soberana pérdida de tiempo cada uno de los presentes renglones. Y tal vez tengan razón…
La Fuerza del Carisma
El pasado 25 de marzo el Instituto del Verbo Encarnado ha cumplido 25 años de vida. Son tiempos para agradecer. Sin duda. Pero también son tiempos para maravillarse por la obra de Dios.
Uno puede percibir la desproporción que hay entre los instrumentos humanos de la evangelización y la obra que se emprende.
Por nuestro Seminario de San Rafael pasan permanentemente misioneros, la mayoría de los cuales ha estudiado en esta casa. Dan sus testimonios, cuentan sus luchas, sus ilusiones misioneras. Edifican a todos. Y varias veces me venía este pensamiento:
Cumplimos[1] 13 años de Ordenación[2] gracias a Dios y a Su Madre. Gracias a tantas almas buenas que desde sus lugares rezan, trabajan y ofrecen a Dios obras dignas que nos obtienen, por Su Misericordia, la gracia siempre inmerecida de la perseverancia.
Quiero referirme a lo que indico en el título "El celo de Tu Casa, Señor, me devora" (Sal 69, 10; Jn 2, 17). Bien entendido, en su sentido más preciso, el celo es un aspecto del verdadero amor, el celo busca el bien del amado y esto con tanta fuerza que devora el espíritu, enardece los afectos, consume el cuerpo.
El celo por la Casa de Dios, es el ansia de que esa Casa, lugar del Banquete eterno, donde habita el mismo Dios, esté lleno. Celo que mueve a querer, eficazmente, la salvación de todos.
En esto ocupamos nuestros días, en buscar almas para Él. En esto se nos va la vida, en tratar de cumplir Su Voluntad, pidiéndole noche y día que se salven todos. Esto no va contra el dogma católico. Sabemos que hay almas en el infierno y que, desdichadas, nunca podrán salir de allí, por libre elección de ellas mismas. Elección libre, eterna e invariable. Pero eso no obsta que, de ahora en adelante, nadie más caiga en el infierno. Es difícil, sí. Más aun, imposible para el ser humano. "Nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate". Es imposible para el hombre sin la ayuda eficaz de la gracia de Dios, pero no es imposible para Dios. Porque mientras hay tiempo, hay Esperanza y esta Esperanza nos exige esperar Dios de Dios. Es decir, esperar llegar al Cielo con el auxilio mismo de Dios y eso mismo esperamos para las almas que aun viven sobre esta Tierra: que lleguen a Dios con la ayuda de Dios.